Hoy día 13 de octubre se celebra el Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres, dedicado este año a sensibilizar a la opinión pública mundial sobre la necesidad de construir más y mejor resiliencia individual, comunitaria y gubernamental.

En consonancia con esta efeméride, y aprovechando que el 19 de octubre 2017 tendremos a una de las autoras con nosotros en la Jornada del Proyecto Cuidar, compartimos un amplio resumen de un trabajo ineludible para comprender la resiliencia de niños y jóvenes ante situaciones de desastre.

Children of Katrina, la investigación.

Después del devastador huracán Katrina, que afectó la ciudad de New Orleans, en 2005, las profesoras Alice Fothergill (University of Vermont) y Lori Peek (University of Colorado) investigaron las experiencias de niños y jóvenes afectados por el desastre. Durante 7 años observaron y entrevistaron a niños y jóvenes (650 concretamente, de 3 a 18 años), a sus familias, amigos, vecinos, maestros y profesionales que trataron de ayudarlos. La experiencia está recogida en un magnífico libro, Children of Katrina (University of Texas Press, 2015).

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Fuente de la imagen: Colorado State University

Pie de foto: Alice Fothergill & Lori Peek – Fuente de la imagen: Colorado State University

Objetivo de Children of Katrina.

El objetivo del libro es comprender sus experiencias, identificar cómo otros actores habían intervenido en su recuperación y documentar cómo niños y jóvenes se había ayudado a sí mismos y entre sí. 

A diferencia de las imágenes monolíticas y estereotipadas que tenemos habitualmente de la infancia -imágenes que nos hablan de los niños como “gomas” capaces de soportar cualquier adversidad, o, al contrario, como un colectivo “frágil y vulnerable” al que debemos proteger- estas dos profesoras nos muestran la gran complejidad y diversidad de infancias que destapa un desastre.

Al igual que los adultos, niños y jóvenes reaccionan de forma muy distinta a un mismo episodio. En esa diversidad de reacciones intervienen factores clave como la edad, la condición socioeconómica, el género, el color de la piel, el apoyo social, el rol de la escuela, la familia o el apoyo de la administración pública.

Algunas de las conclusiones más importantes del libro:

Pie de foto: Children of Katrina

  • Las autoras identifican tres grandes patrones en la recuperación de los niños y jóvenes del Katrina:
  1. Niños y jóvenes con un fuerte sentimiento de indefensión, en su mayoría provenientes ya de entornos y condiciones desfavorecidas que el desastre no hace sino consolidar y aumentar.
  2. Niños y jóvenes con recursos y apoyos de familiares, de su comunidad, y de profesionales e instituciones comprometidas que consiguen encontrar un equilibrio e incluso superar la situación.
  3. Niños y jóvenes que fluctúan y mezclan las dos trayectorias anteriores, encontrando equilibrios momentáneos, pero también recayendo a menudo en períodos de gran indefensión.
  • El desastre nunca es un acontecimiento neutro. A menudo, acrecienta vulnerabilidades previas que intensifican y aceleran dinámicas de exclusión y desigualdad social. El Katrina afectó mucho más, por ejemplo, a niños y jóvenes hijos de madres solteras negras, mayormente empobrecidas, con problemas antes y después del desastre para encontrar trabajo, estabilidad, acceso a servicios y actores institucionales básicos. Lejos de ser factores individuales, pues, las autoras ponen el acento en las condiciones más estructurales, en la falta crónica de apoyos y vínculos, para explicar la dificultad para parar y sobreponerse a la espiral de inestabilidad que introduce un desastre como el Katrina.
  • La situación antagónica se explica por motivos parecidos. ¿Quién consigue salir antes y mejor de estas situaciones? Aquellos niños y jóvenes que cuentan antes y después del desastre con más recursos personales, familiares, financieros, culturales, educativos, políticos, sociales, etc. Aquellos con más acceso a redes y apoyo social fuerte, con un mayor capital social y cultural (contacto con escuelas, padres y madres con mayores opciones de encontrar nuevos trabajos, con posibilidades de acceder a instituciones y programas dedicados a la ayuda, etc.). Esta capacidad para acceder y movilizar es crucial también para estos niños y jóvenes puedan articular más y mejor sus necesidades y hacer oír su voz.
  • En medio, encontramos niños y jóvenes que oscilan entre la indefensión y el equilibrio. Niños y jóvenes que experimentan un reordenamiento inconsistente de sus esferas (emocional, familiar, escolar, social, etc.). Algunas pueden estar alineadas, fuertes y conectadas, mientras otras siguen desconectadas, débiles o inestables. En la mayoría de casos, estos jóvenes y niños provienen también de entornos más desfavorecidos. Viven o han vivido inestabilidad y desigualdad social antes y después del desastre. Sin embargo, a diferencia de los niños con más dificultad para construir resiliencia, son niños y jóvenes que mantienen algunos anclajes importantes. Ya sean emocionales y familiares, o comunitarios. Por ejemplo, son niños y jóvenes que a pesar de las dificultades se han implicado en actividades extracurriculares, ya sean de formación, comunitarias, de deporte, etc. Son jóvenes y niños, también, que tienen vínculos fuertes en su vida, sobre todo familiares y emocionales (hermanos, padres, amigos, familiares). Estos vínculos y apoyos actúan como puntos de anclaje en un mundo que sigue re-ordenándose lentamente y de forma inconsistente.
  • Además de la clase social y el color de la piel, ya mencionados anteriormente, la investigación señala otros factores relevantes a la hora de comprender y diferenciar las vivencias de niños y jóvenes. Por ejemplo, la edad. Aunque el desastre afectó a niños de todas las edades, fue particularmente disruptivo para jóvenes adolescentes, puesto que truncó proyectos y momentos escolares, sociales, afectivos ya muy consolidados. También el género es importante. En el Katrina, las niñas tendieron más a internalizar su respuesta al desastre, mientras que los niños fueron por lo general más abiertos y explícitos. Estos patrones afectaron la capacidad para hacer nuevas relaciones, la voluntad de buscar apoyos, o las estrategias para lidiar con lo sucedido.
  • En el fondo, el libro apuntala una tesis clara e interesante acerca de los factores que construyen y refuerzan la resiliencia. Lejos de ser un concepto que podamos asociar únicamente a cuestiones individuales, a aspectos únicamente de personalidad, o de capacidades personales, Fothergill & Peek señalan que hay factores estructurales, sociales, que son claves para entender la capacidad o no de respuesta y recuperación de niños y jóvenes ante un desastre. Si bien es cierto que el optimismo, la inteligencia, el sentido del humor, el carácter, las habilidades comunicativas, la tenacidad, la simpatía pueden ser características personales importantes ante un desastre, pero a la hora de explicar la recuperación y resiliencia de niños y jóvenes son mucho más importantes y definitivos, a largo plazo, el acceso y capacidad para movilizar recursos, apoyo social, político, institucional, escolar, etc.

Pero, además, el libro destaca las capacidades y habilidades, los talentos y las fortalezas, de niños y jóvenes para contribuir a construir resiliencia, para sí mismos, pero también para su entorno familiar y comunitario:

  • Niños y jóvenes tuvieron un papel clave, por ejemplo, a la hora de dar confort emocional, apoyo, cuidado, distracción e incluso espacios para el desahogo a sus padres, madres, abuelos, vecinos y amigos adultos. Ayudaron en la recuperación implicándose en la reubicación, en la toma de decisiones, dando su opinión, mostrando su apoyo; consiguiendo fondos, buscando trabajo cuando eso era posible, ayudando a los adultos a expandir sus redes sociales, su capital social y a reducir el aislamiento social. Creando condiciones para que los adultos se comunicaran, intercambiarán información y recursos importantes.
  • También fueron cuidadosos con la salud y el bienestar de otros niños y niñas, fueran hermanos, vecinos o amigos. Los casos documentados en el libro nos hablan de cómo el desastre les hizo asumir responsabilidades y dar calma a los más pequeños. Cómo se implicaron a la hora de hacer grupo y crear cohesión entre ellos. Cómo les animó a crear espacios y culturas de apoyo mutuo, entre amigos e iguales. Esto sugiere que las culturas entre pares pueden ser de ayuda, y muy positivas, en caso de desastre. Lejos de la imagen a menudo difundida que las asocia únicamente con la presión, la competitividad y conductas de abuso y violencia. El desastre también contribuyó a que algunos jóvenes se organizaran e implicarán políticamente para representar intereses determinados, por ejemplo, de ciertos grupos étnicos y culturales, como the Vietnamese Young Leaders American Association.
  • Finalmente, muchos niños y jóvenes también mostrar una gran capacidad para el autocuidado. Se organizaron antes y después del desastre, ayudando en la evacuación, recogiendo y seleccionando aquello que para ellos tenía valor. También destaca el libro su interés por conocer y saber, por tener información y poder preguntar y comprender el impacto del desastre en sus vidas. Con ello, niños y jóvenes trataban de ahuyentar la incertidumbre y recuperar cierto control sobre sus propias vidas. A eso también ayudaron las canciones, los escritos, los dibujos, los poemas, todo el trabajo artístico y creativo que individualmente, u organizado a través de escuelas y actividades extracurriculares, pudieron realizar. Finalmente, el libro también destaca el creciente e importante papel de las redes sociales para mantener relaciones con familiares y amigos, y, sobre todo, para reestablecer culturas entre pares.

Reforzar estas capacidades, habilidades, fortalezas es sin duda clave y una de las lecciones más importantes que podemos sacar de esta importante contribución científica al estudio del impacto y vivencia del desastre en niños y jóvenes. El libro nos recuerda en este sentido el importante papel del apoyo entre pares, del apoyo familiar, social y comunitario, pero también institucional y político a la hora de construir resiliencia. Y nos recuerda también la responsabilidad que los adultos tenemos a la hora de empoderar, facilitar, sostener y dinamizar estas redes de solidaridad, cuidado, apoyo y recuperación ante los desastres.

En este video puede verse también a las propias autoras hablar acerca de los contenidos del libro. Os animamos a escucharlas: