¿Qué necesitamos saber los adultos si queremos hacer procesos de participación con niños, niñas y jóvenes?; conocemos sus derechos como niños?; los tenemos en cuenta?; cómo podemos hacer participar a los niños y jóvenes?

En este artículo queremos enfatizar la importancia del papel protagonista de la infancia en los procesos de participación con el objetivo de cambiar la estigmatización de ciertos colectivos que han sido relegados a lo largo de la historia a una participación pasiva, especialmente los niños y los jóvenes y al mismo tiempo ofrecer una caja de herramientas que permita llevar a cabo procesos participativos infantiles y juveniles de calidad.

La participación de los niños y jóvenes en los temas que les afectan y que sus opiniones sean tenidas en cuenta se fundamenta en el derecho de los niños a ser escuchados, a ser una pieza clave y que todo el mundo actúe pensando en su interés, tal y como recoge la Convención sobre los derechos de los niños de las Naciones Unidas en su artículo 12:

  1. Los Estados Partes garantizarán al niño con capacidad de formar un juicio propio el derecho a manifestar su opinión en todos los asuntos que le afecten. Las opiniones del niño deben ser tenidas en cuenta según su edad y madurez.
  2. A tal fin, el niño debe tener especialmente la oportunidad de ser escuchado en todo procedimiento judicial o administrativo que le afecte, bien directamente, bien por medio de un representante o de un órgano apropiado, de acuerdo con las normas de procedimiento de la legislación.

Por lo tanto, es necesario que tanto los niños y jóvenes como las personas adultas conozcamos estos derechos y los pongamos en práctica porque a pesar de que la Convención data de 1989 el conocimiento de los derechos de los niños todavía no es suficientemente amplio en nuestra sociedad.

El protagonismo de los niños y jóvenes en los temas que les afectan los sitúa como sujetos activos de derechos, potencia su autonomía y les permite colaborar de forma activa en la realidad social de la que forman parte. Los niños, niñas y jóvenes se convierten en actores sociales, favoreciendo su visibilidad social, promoviendo su capacidad creativa y propositiva y su capacidad de influencia y de promoción de cambios en su realidad social (Gaytán, 1998).

Pero, para hacer participar a los niños, niñas y jóvenes y que esta participación sea exitosa es necesario tener en cuenta una serie de factores.


¿Cuál debe ser el papel de las personas adultas?

Se recomienda que el rol que las personas adultas en los procesos de participación infantil y juvenil sea el de facilitar y acompañar a los niños, niñas y jóvenes durante todo el proceso para potenciar su autogestión. Y por eso es necesario que sean conocedores tanto del mundo de la infancia y la adolescencia como del mundo participativo.

La función de los adultos debería ser más la de mediar y facilitar procesos que la de transmitir conocimientos y normas y la de expertos. Los adultos deberían que perder el miedo al cambio, a ser criticados, deberían situarse como personas en aprendizaje continuo a lo largo de la vida y cambiar las relaciones basadas en las desigualdades y en las diferencias de poder. Los adultos y los niños tienen que aprender la cultura participativa participando (Alfageme, Cantos, Martínez, 2003).

Es importante que los adultos que quieran hacer procesos de participación con niños y jóvenes conozcan el lenguaje propio de los niños, niñas y jóvenes y que los sitúen en el centro del proceso. Aunque muchos de los procesos participativos con niños y jóvenes nacen como iniciativas adultas, se debería velar por que los niños y jóvenes pudieran aportar el máximo al proceso: adaptándolo a sus necesidades, ritmos y demandas que puedan aflorar y permitir que los niños, niñas y jóvenes puedan tomar el máximo de decisiones posibles dentro del marco y los tiempos establecidos por el proceso.

¿Cómo debería ser la metodología del proceso?

Para poder llevar a cabo estos procesos es recomendable utilizar una metodología que recoja la Convención de los Derechos de los Niños y al mismo tiempo generar un espacio donde los niños puedan formarse un juicio propio, expresarse libremente y ser escuchados. Esta metodología podría tomar el entorno cercano como campo de trabajo, potenciar los diferentes ritmos de crecimiento y aprendizaje de los niños y favorecer el carácter abierto y evolutivo del proceso.

Un proceso participativo con niños y jóvenes no varía mucho de un proceso de participación con adultos, pero se recomienda la incorporación de la vertiente lúdica porque los niños, niñas y jóvenes aprenden mayoritariamente a través del juego; así como la adaptación del lenguaje según los grupos de edad y la adaptación y formación específica de los aspectos técnicos que se quieran trabajar.

¿Cuáles son las fases del proceso?

El proceso se podría agrupar en cuatro grandes fases:

  • Fase de organización: donde el equipo técnico dinamizador definiría la duración del proceso, el mapa de actores implicados y el calendario de las acciones. Se realizaría la presentación del proceso donde se destacaría que no sólo se trata de una acción de información sino también de comunicación. Las decisiones tomadas deberían ser consensuadas por el equipo motor del proceso y por el resto de las personas que participaran en el proceso, tan adultos como niños.
  • Fase de análisis y diagnóstico: donde los niños conocerían la situación actual del tema objeto del proceso participativo, sin ningún condicionante adulto, sino que se harían aflorar sus percepciones, sobre todo vivenciales y emocionales.
  • Fase de propuesta: donde los niños, niñas y jóvenes desarrollarían sus propuestas de mejora, reforzando las cualidades existentes y proyectando cambios realistas de mejorar.
  • Fase de devolución: si pudiese ser festiva, mejor. Donde se informaría a todos los participantes de los acuerdos consensuados, del plazo de ejecución de estos acuerdos, los compromisos adquiridos por la administración y del seguimiento que se hará para garantizar su cumplimiento.

De forma transversal y durante todo el proceso consideramos importante que se pueda realizar una evaluación continua tanto del proceso como interna del equipo dinamizador que permita reconducir, si es necesario, el desarrollo de este. También habría que prever la posibilidad de continuar haciendo seguimiento y evaluando la implementación del proceso, así como contar con una partida presupuestaria para poderla llevar a cabo.

Destacamos que todo proceso de participación debería basarse en el trabajo comunitario, el trabajo en red, favoreciendo procesos dinámicos, promoviendo procesos de desarrollo que impliquen a todos los protagonistas (sociedad, administración, técnicos) que permitan construir una sociedad cohesionada. El proceso debería basarse en la transparencia, en la inclusión y en llegar a acuerdos por consenso. Se recomienda hacer partícipes a todas las personas, en especial a los niños en todas las fases del proceso, reforzando su corresponsabilidad en el proceso y realizando una comunicación continuada durante la duración de este. Valoramos positivamente el uso de herramientas innovadoras en la intervención social que permitan dar respuesta a las necesidades surgidas para las transformaciones de la sociedad.

Los talleres deberían combinar el trabajo en grupos pequeños y grandes, incorporando diferentes actividades y materiales (juegos, dibujo, escritura, …), con momentos de debate y toma de decisiones colectivas. Se recomienda dar roles rotativos a todos los participantes durante las sesiones porque les permiten acompañar la facilitación del grupo: moderación de los debates, relatoría de las sesiones, logística, documentación gráfica, etc.

Recomendaciones para hacer procesos de participación con niños y jóvenes

Y finalmente queremos compartir algunas recomendaciones, fruto de nuestra experiencia llevando a cabo el proyecto CUIDAR, que creemos que pueden ayudar a mejorar los procesos de participación con niños, niñas y jóvenes.

Sobre la participación:

  • La participación debería ser voluntaria y el grado de participación debe poder definir cada niño y joven, pudiendo ser variable a lo largo del proceso.
  • Reconocer la importancia de su participación.
  • Reconocer al colectivo de niños y jóvenes como grupo heterogéneo, tener presente las variables de género, la discapacidad, la diversidad cultural, la clase social, etc.
  • Especificar donde se harán llegar sus demandas para evitar que quede en una simple consulta.
  • Los temas que se traten deberían ser de interés para los niños y jóvenes.
  • Hacer demandas concretas a los niños y jóvenes.
  • Fortalecer el trabajo asambleario y participativo de la educación en el tiempo libre.
  • Superar las instituciones y hacer participación en otras entidades y organizaciones más flexibles.
  • Comunicar al colectivo de niños y jóvenes la existencia de sus derechos a participar y ser escuchado.
  • Utilizar las estructuras participativas existentes.
  • Superar la participación y fomentar la coproducción de políticas.

Sobre el proceso:

  • Acordar la manera de relacionarse entre todos los participantes durante todo el proceso. Hacer, por ejemplo, una carta de acuerdos inicial y que se pueda consultar continuamente.
  • Codiseñar el proceso desde el inicio y evaluarlo durante todo el proceso.
  • Garantizar la transparencia y la buena comunicación a lo largo de todo el proceso.
  • Organizar encuentros/diálogos de intercambio entre profesionales y niños y jóvenes para intercambiar opiniones y profundizar en propuestas.
  • Incorporar la flexibilidad en el proceso para adaptarse a las necesidades, requerimientos y tempos de los niños y jóvenes. Las expectativas del proceso deberían ser las suyas y no las de los adultos.
  • Devolver los resultados del proceso que deberían ser validados por los niños y jóvenes.

Sobre el papel de los facilitadores adultos:

  • Acompañar y facilitar el proceso.
  • Escuchar a los niños y jóvenes de forma activa y darles voz.

Sobre las sesiones:

  • Adaptar la duración de las sesiones a la capacidad de concentración de los niños y jóvenes.
  • Incorporar salidas/excursiones durante el proceso.
  • Proponer actividades creativas y variadas: dibujo, vídeos, carteles, artículos, cartas, posters, canciones, etc.
  • Trabajar en pequeño grupo y en gran grupo.
  • Tomar las decisiones por consenso y favorecer el debate asambleario.
  • Desarrollar las sesiones en un espacio diáfano que permita hacer diferentes tipos de actividades.

 

Referencias:

  • Gaytán, A. (1998) Protagonismo infantil. Un Proceso social de organización, participación y expresión de niñas, niños y adolescentes.
  • Alfageme. E, Cantos. R, Martínez. M. (2003) De la participación en protagonismos infantil. Propuestas para la acción.